martes, 15 de marzo de 2011

MUCHAS SON LAS VECES...





MUCHAS SON LAS VECES

Muchas son las veces, en las que nos encontramos ante una situación difícil de resolver, a lo largo de nuestra vida. Tenemos tendencia a pensar, que cuando pasa, estamos ante lo más complicado que se nos ha planteado nunca. Solemos dar vueltas y vueltas, buscando una solución y siempre, llegamos a la misma conclusión: . Nos creemos que de esa situación ya no salimos. Nos quita el sueño, nos cambia el humor, nos volvemos pesimistas y hacemos que todos los que nos rodean, se conviertan en “colaboradores forzosos” de nuestra carga. Ante una situación difícil, consciente o inconscientemente, nos volvemos airados, miedosos, rencorosos, críticos, temerosos del siguiente paso y un largo etcétera de sensaciones y pensamientos, a los cuales, nos aferramos como si fueran una tabla de madera en medio del océano tras un naufragio, para mantenernos a flote.
Consideramos a todo y a todos los que nos rodean, culpables únicos, de nuestra situación actual. Buscamos y rebuscamos, la manera de cambiar las cosas, de volver atrás, de que esa situación que estamos “sufriendo”, de algún modo, desaparezca. Es como si quisiéramos cambiar el presente y regresar al pasado, para cambiar nuestros actos y no volver a cometer el mismo error. Alguien dijo una vez, que de los errores se aprende, pero no explicó la fórmula para hacerlo.
Nadie dijo, que es en nuestro interior, donde reside el poder para hacer los cambios necesarios, para mejorar nuestro camino diario. No nos enseñaron a valernos de nuestros propios instintos, de nuestra sabiduría interior, para que en los momentos de duda, sepamos como afrontar la situación.
Sí, nos enseñaron a culpar a los demás de nuestras “desgracias”.
Sí, nos enseñaron a lamentarnos de un “fracaso” posiblemente pasajero.
Sí, nos inculcaron, que ante una situación “extrema” se debe sentir el miedo, el odio o el rencor.
Ante las situaciones “estresantes” debemos reconocer que:
_De algún modo, nosotros somos responsables de lo que nos está ocurriendo_
_Nosotros mismos, con nuestra manera de actuar, ver o valorar lo que nos ocurre en nuestro día a día, hemos atraído esa situación_
_Nuestras creencias, son las que nos obligan a reaccionar de manera contraria ante situaciones “delicadas”, buscando la parte negativa de la acción_
_No estar en contacto con nuestro interior, genera momentos de dificultad en nuestro crecimiento espiritual, pues desconocemos total o parcialmente, nuestro verdadero poder y energía de aprendizaje_
_Somos creadores de nuestro bien, porque en nosotros mismos reside el majestuoso poder de crear a nuestro alrededor, un mundo de armonía y bienestar_
Si nos encontramos ante una situación de difícil resolución, no es más que un lastre a nuestras espaldas de un pasado herido por la ira, la cólera, el miedo, la falta de perdón y ante todo, el sentimiento de culpa.
Practicar el perdón, nos enseña a sanar nuestro interior.
Amarnos y amar a todo y a todos, cuantos nos rodean, facilita la atracción de momentos en nuestra vida, cargados de sentimientos y vivencias positivas y armoniosas. Estar en contacto con nuestro “Yo” interior, fortalece nuestro espíritu y aumenta nuestro aprendizaje y nuestro crecimiento diario, para ser uno, con el Universo y con cuanto nos rodea.
El amor es la cura más preciada para nuestro alma y para nuestro corazón. Sanar el alma y el corazón, contribuye a mejorar nuestras creencias y convierte nuestra vida en un sendero de conocimiento, sabiduría y superación.
Somos lo que somos, porque así queremos que sea, de nosotros depende, la evolución de los acontecimientos que vivimos…Y así es….

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